El CHET: La Familia de la Fe

Ahora que celebra su 25 aniversario, el Centro Hispano de Estudios Teológicos ofrece a sus estudiantes más que una educación.

“El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!” – Lamentaciones 3:22-23, NVI

Mi papá es el primero de nueve hijos y mi mamá la tercera de siete hijos. Ellos nos criaron a mis dos hermanos menores y a mí en un pueblo pequeño en El Salvador. Mis abuelos eran agricultores y la vida no era fácil. Mi bisabuelo era un pastor que modeló el ministerio verdadero a todos en el pueblo. Aprendimos mucho de él, especialmente a amar a la gente no importa quienes eran o de dónde

En el otoño de 1989 mi mamá estaba embarazada con mi hermano menor y mi papá era pastor de la Iglesia en la Colonia Zacamil, San Salvador. Hubo disensión en la congregación y mi papá tuvo que dejar la iglesia. Yo tenía once años y literalmente no teníamos lugar donde ir. Fue un tiempo muy difícil para mi familia.

En mi vida me he encontrado con diferentes personas que las he considerado ángeles de Dios porque hicieron todo lo posible por ayudarnos. En ese tiempo una señora de una iglesia previa nos dio lugar donde vivir gratis. Nos estuvimos en esa casa por tres meses pero en la ciudad había muchos drogadictos en el vecindario y mis papás sabían que nos teníamos que ir a otro lugar.

Mi papá encontró otra casa pero el día que nos íbamos a mudar el dueño había cambiado de parecer y decidió ya no rentarnos la casa. Cuando llegamos allí, con todos nuestras pertenencias, él había cambiado las chapas sin habernos dado aviso alguno, fue muy triste.

Esa misma noche nos fuimos a la casa de mi abuela y estuvimos allí por varias semanas hasta que mi tía nos encontró una casa. Al poco tiempo de estar allí la guerra civil explotó alrededor de nosotros. La ofensiva guerrillera se centró en San Salvador y en el área donde estábamos viviendo. Nuestra casa se volvió el lugar de refugio por alrededor de veinticinco días—no nos podíamos ir, no teníamos agua, ni electricidad y muy poca comida. La mayoría de los hermanos de mi papá y sus familias se quedaron con nosotros durante ese tiempo – más o menos 30 personas. Orábamos, cantábamos y leíamos la Biblia juntos.

Durante este tiempo cumplí mis doce años. Fue el mejor de mis cumpleaños. Mi familia estaba conmigo y nos regocijamos juntos. Y también nos divertimos. De alguna manera mi abuelo pudo salir a la tienda – ya se podía salir de la casa con una bandera blanca durante el día – y me compró una piñata. Pero porque teníamos toque de queda, no podíamos hacer ruido. ¿Cómo podíamos reventar una piñata sin hacer ruido? Bueno, ¡teníamos que susurrar!

Cuando esta crisis se terminó y la familia extendida se preparaba para regresar a sus casas sentíamos como que no podíamos separarnos. Habíamos pasado día y noche juntos por casi un mes y aunque hubieron momentos aterradores también tuvimos momentos maravillosos junto con mis abuelos, padres, primos, tías y tías.

En diciembre de 1989, unos pocos días después que la ofensiva se terminó, mis parientes regresaron a sus casas y mi papá viajó a los Estados Unidos. Eventualmente él tuvo un llamado para pastorear una Iglesia del Pacto en Turlock, California, en medio de una creciente comunidad Latina. Dejar a nuestra familia en El Salvador fue una de las experiencias más difíciles de mi vida. Me encantó todo lo que aprendí de ellos, más que todo aprendí a apreciar el tiempo con mi familia. Nuestras vidas eran milagro tras milagro ya que Dios nos mantuvo unidos en los momentos más difíciles.

Como cualquier otro adolescente me di cuenta que la vida era muy confusa a la edad de trece años. Ese sentimiento se intensificó cuando tuve que dejar amigos y familiares y viajar a un nuevo lugar donde tenía que hacer nuevos amigos, y que iba a extrañar mucho a mi familia y tenía que aprender otro idioma. Fue un momento muy difícil para mí. No podía ver el panorama, pero claro que Dios si lo podía ver y me enseñó muchas maneras de confiar en él, aun cuando no me sentía bien acerca de mi situación.

Uno de mis versos favoritos es Jeremías 29:11: “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes – afirma el Señor – planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.” (NVI) Este verso me recuerda que aunque muchas veces sentimos que Dios nos ha abandonado, él siempre nos ayuda a superar todas las crisis de nuestras vidas.

Alrededor de ese tiempo que nos mudamos a Turlock, Dios estaba trabajando en los corazones de algunos hombres y mujeres que se comprometieron a desarrollar una escuela en el área de Los Ángeles para entrenar líderes Latinos para ministrar en Iglesias del Pacto. Esa escuela se convirtió en el Centro Hispano de Estudios Teológicos, o el CHET.

Cuando empecé a buscar trabajo en 1999, las puertas se abrieron inesperadamente para trabajar en el CHET. Fue emocionante estar en el ministerio en este tipo de ambiente. La educación es bien importante para mí y al mismo tiempo el servir a otros es un enfoque significativo para todos en el equipo del CHET. Me encanta tener la oportunidad de ayudar a que otros sean exitosos.

El CHET tenía una extensión en Turlock y yo había ayudado en la administración allí por varios meses. Al casarme y mudarme con mi esposo Walter al área de Los Ángeles, comencé a trabajar en las oficinas centrales del CHET.

La escuela ha crecido en un hermoso ministerio que da servicio a Latinos de todos los ámbitos de la vida. Servimos a más de 600 estudiantes cada semestre, la mitad de ellos son hombres y la otra mitad mujeres. Alrededor de diecisiete denominaciones están representadas y estudiantes representan unos diecisiete diferentes países. Nuestra visión es entrenar a líderes Latinos que transforman comunidades con el evangelio de Jesucristo. Como personal del CHET, somos misioneros en nuestros propios hogares. Somos de diferentes trasfondos, dificultades y muchas jornadas de vida que nos han transformado en el correr del tiempo.

He estado en el CHET lo suficiente para conocer a los estudiantes y para escuchar algunas de sus historias. Sé que cada uno de ellos tiene un potencial para ser hacedores de la Palabra de Dios. Ver sus vidas transformadas es algo maravilloso. Todos tenemos una historia que contar acerca de la fidelidad de Dios. En una graduación yo le estaba ayudando a un estudiante en acomodar su gorro. Era la primera vez en su vida que él se ponía toga y gorro, él lloró lágrimas de alegría. Fue uno de los momentos favoritos que he experimentado con un estudiante.

Nuestra escuela es un lugar diferente. Cuando los estudiantes llegan a clase se sienten como en casa. Nosotros oramos juntos, comemos juntos, estudiamos juntos, lloramos juntos y nos animamos unos a otros. Aunque no somos una iglesia parecemos una – somos una familia.

Animamos a nuestros estudiantes a seguir su llamado no importando los obstáculos que puedan enfrentar. Muchos han experimentado cosas difíciles en sus países. Hemos escuchado infinidad de historias – de estudiantes que han huido de relaciones abusivas, o que no tienen nada de comer, o que emigran a los Estados Unidos por mejores trabajos. Así como trabajamos con ellos, no solamente los preparamos para el ministerio, pero también celebramos el amor de Dios y la provisión de lo alto por medio de sus testimonios.

Nuestro primer presidente fue Jorge Taylor. Su sensibilidad, lealtad y experto en la educación fue la combinación exacta a liderar al CHET en esos primeros días.

Cuando el Dr. Taylor se jubiló, Jorge Maldonado le siguió, usando sus dones en el desarrollo de un currículo base. El CHET creció numéricamente y fue clave para ayudar al personal a manejar todas las cosas que teníamos que hacer. Jorge no fue solo un profesor, amigo y pastor, pero también un consejero. Cuando mi hermano Samuel fue asesinado en el 2003, Jorge estuvo allí para mí, escuchando y ayudándome a procesar su muerte. Mentores y amigos como él, en el CHET, han sido de bendición en mi vida.

Mi esposo Walter y yo tenemos tres hijos, Kevin (catorce), Daniel (once) y Nina (ocho); ellos son la mayor bendición que Dios nos ha dado, pero también una gran responsabilidad. En muchas de mis conversaciones con Jorge, yo le dije que estaba preocupada que el cuidar a mis hijos me estaba previniendo de hacer “ministerio” en mi iglesia. El ministerio siempre ha sido algo muy importante en mi vida, especialmente cuando mis padres modelaron eso para mí, y siempre ha sentido el llamado a dedicar mi vida al ministerio. Jorge me ayudó a comprender que mi familia también es un ministerio.

Cuando Ed Delgado llegó a ser presidente del CHET en el 2007, me animó a terminar mis estudios. En ese preciso momento yo pensé en regresar al colegio a terminar mi título en administración de empresas, pero Dios tenía planes diferentes.

Yo me gradué del Programa Pre-Ministerial del CHET en el 2000 pero no continué tomando otras clases. Había estado orando por un tiempo para que Dios abriera puertas en la universidad. El trimestre pasado comencé a tomar clases del Programa Ministerial en el CHET, ¡no puedo ni explicar lo que me encantan las clases! Mi meta ahora es graduar de este programa y después adquirir una Licenciatura en Ministerio Cristiano. Eventualmente espero también adquirir una maestría. Sé que puedo continuar mi ministerio en el CHET pero también esto abierta a los planes que Dios tenga para mi vida. Aunque siempre me he considerado un puente entre Latinos y otras culturas, mi corazón también está muy cerca del ministerio de la dirección espiritual. Así que continuaré buscando la guianza de Dios para mi futuro.

¡Estoy emocionada en continuar preparándome para el ministerio del Señor! El liderazgo de Ed ha sido de mucho ánimo para mí. Nuestro equipo es pequeño pero juntos logramos grandes cosas con la ayuda de Dios.

Este mes cumplimos nuestros 25 años de aniversario. Tengo el privilegio en ser parte del personal también de ser estudiante. Soy bendecida al ser parte de la historia—así como aquellos que soñaron hace 25 años, ahora yo tengo la oportunidad de soñar por otros. Estamos entrenando generaciones de líderes Latinos para servir a Dios, no sólo en California pero por todo el mundo.

Primera Corintios 15:58 dice, “Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano.” Guardo estas palabras en mi corazón, manteniéndome firme, sabiendo que todo lo que hago para el Señor no es en vano.

Un Vistazo del CHET

  • El Centro Hispano de Estudios Teológicos (CHET) fue establecido en 1989 para proporcionar capacitación y liderazgo para la iglesia en el desarrollo teológico económico y accesible a las comunidades de habla hispana. Desde el principio, el CHET ha trabajado en colaboración con la Universidad de North Park
  • Ese primer año hubo 25 estudiantes; en el semestre de primavera 2014, 636 estudiantes se matricularon, la gran mayoría de los cuales están registrados a tiempo parcial.
  • El CHET ofrece una Licenciatura en Ministerio Cristiano, un diploma Ministerial, un certificado Pre-Ministerial, y un Certificado de Consejero Familiar laico.
  • El CHET ha enseñado a más de 8.000 estudiantes y más de 1.000 personas se han graduado de alguno de sus programas.
  • La escuela subsidia los costos de la educación de todos los estudiantes en un promedio del 70 por ciento. La distribución del estudiantado:
    • 50 por ciento de mujeres
    • 50 por ciento de hombres
    • representan a 17 países de origen
    • representan a 17 diferentes denominaciones
  • Una educación en el CHET ofrece una ruta directa a la ordenación en la Iglesia del Pacto Evangélico. Casi el 70 por ciento de todos los pastores Latino del Pacto han estudiado en el CHET.
  • La sede principal del CHET está en Compton, California, y tienen campus satélite donde hay suficiente interés. Este semestre, CHET ofrece cursos en los campus en Chicago, Minneapolis, La Villa, Texas, y Tijuana, México, así como en varias otras ciudades de California.
  • Los graduados sirven como pastores, plantadores de iglesias, consejeros o maestros de escuela dominical, aunque muchos han encontrado otras oportunidades para servir en sus comunidades.
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Karen Figueroa

Karen Figueroa is executive assistant at Centro Hispano de Estudios Teológicos (CHET) in Compton, California.

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